La presencia ignorada de Dios by Viktor Frankl

La presencia ignorada de Dios by Viktor Frankl

autor:Viktor Frankl [Frankl, Viktor]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: No Ficción, Ensayo, Psicología, Espiritualidad
editor: ePubLibre
publicado: 1974-01-01T05:00:00+00:00


VII. PSICOTERAPIA Y RELIGIÓN

P

ara concluir, queremos ahora preguntamos qué relación inmediata puede existir entre todas las cuestiones abordadas y la práctica o investigación médicas. A decir verdad, al médico como tal, es decir profesionalmente, no le interesan las cuestiones religiosas. Cuando estas surgen de alguna manera, está obligado como médico a observar una tolerancia sin reservas.

Por lo que respecta al médico personalmente creyente, podemos decir que a él también se le aplica la misma obligación a la tolerancia, lo cual no significa, ni mucho menos, que se desinterese de la religiosidad o irreligiosidad de su paciente; si no como a médico, en su condición de hombre y de creyente le han de interesar muchísimo cosas como esta. Pero tampoco hemos de olvidar que, al menos tanto como la religiosidad misma de su enfermo, a este médico ha de interesarle la espontaneidad de dicha religiosidad. En otras palabras, habrá de tener sumo interés en que esta religiosidad acabe por manifestarse espontáneamente. Por ello aguardará con calma hasta que se produzca tal manifestación. Esto le será tanto más fácil cuanto que él mismo, como hombre religioso, se halla ya de antemano persuadido de que existe una religiosidad latente aun en las personas declaradamente irreligiosas. Efectivamente, el médico con fe no sólo se limita a creer en su Dios, sino que juntamente cree también en la fe inconsciente del enfermo; no sólo tiene plena conciencia de su propia fe en Dios, sino que al mismo tiempo cree en Él como «Dios inconsciente» en su enfermo, aun cuando sabe que en este último «todavía no» ha llegado a ser consciente.

La religiosidad, como ya lo hemos dicho anteriormente, sólo es auténtica allí donde es existencial, es decir, allí donde el hombre no es de algún modo impulsado a ella, sino que él mismo se decide por ella. Ahora vemos que a este momento de la existencialidad viene a sumarse un segundo momento, el de la espontaneidad: La verdadera religiosidad, puesto que es existencial, ha de llegar también a un punto en que brote espontáneamente. Jamás un hombre ha de ser apremiado a ello. Podemos pues afirmar lo siguiente: A una auténtica religiosidad el hombre no puede ni ser impulsado por un Ello ni apremiado por un médico.

Ya Freud, que en casos parecidos hablaba, como es sabido, de «dos tipos de conciencia», señalaba que el efecto terapéutico del hacerse conscientes contenidos inconscientes corría parejas con la espontaneidad de dicho paso. Lo mismo sucede con la religiosidad; y así como en los complejos reprimidos sólo se logra la curación si se llegan a hacer conscientes espontáneamente, así también en el caso de la religiosidad inconsciente sólo puede uno curarse si consigue que esta brote con espontaneidad.

Toda manipulación programada fallaría aquí, y aun cualquier intencionalidad de alguna manera consciente podría hacer abortar el efecto pretendido. Incluso los sacerdotes conocen bien todas estas cosas, y ni siquiera ellos estarían dispuestos a renunciar a la espontaneidad de toda verdadera religiosidad. A este propósito recordamos una conferencia en que cierto sacerdote nos contaba cómo un día fue llamado a atender a un moribundo cuya incredulidad le era ya conocida.



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